16 de enero de 2015

'Entre tu i jo'

El pasado cuatro de diciembre asistimos al Teatro de Manacor para ver la representación de un espectáculo de danza contemporánea titulado Entre tu i jo. Nunca antes habíamos asistido a una función de este género y quizás por ello nuestra crítica no sea lo más fidedigna a la intención de sus autores e intérpretes, Mar Gómez y Xavier Martínez. 

La directora Mar Gómez ha utilizado su particular sentido del humor para explicar el contradictorio inicio de una relación de pareja entre un jardinero y una señora. Relación en la que la protagonista femenina parece tener un mayor dominio sobre el personaje masculino. Así, el hombre se muestra más sometido y además muy pendiente de la mujer: intenta alcanzarla cuando ella quiere escaparse de su lado, le cede sus zapatos para que baile un tango, le entrega un vestido rojo que ella parece no querer ponerse, aunque él insiste y, de hecho, él mismo se lo coloca delicadamente…En dos momentos de la obra ambos personajes están situados en el centro del escenario, sobre una silla, y ella lo ahoga con sus piernas hasta dejarlo en estado inconsciente (otra muestra del dominio y del poder que la mujer protagonista ejerce sobre el personaje masculino). Asimismo, en otra ocasión, la protagonista femenina se dispone en el centro del escenario y es él quien gira danzado a su alrededor, lo cual podría ser otra muestra del dominio que ella ejerce sobre él. Para él, ella parece ser el centro.
La mujer, sensual prácticamente en todo momento, pretende seducir a su amante desnudándose y dejando su espalda al descubierto ante la atenta mirada de él. En una de las escenas de la obra, la disposición de ambos personajes en los extremos opuestos de la diagonal del escenario, ella sentada en una silla y él sentado en el suelo, sugeriría una distancia que traspasa la fisicidad (distancia social, quizás, al ser él un simple jardinero y ella una señora de más alta posición). Esta distancia se agudiza en la segunda parte del espectáculo, cuando ambos personajes aparecen caracterizados (vestidos) según su papel; él como jardinero y ella como señora.

La pasión puede ser un elemento común en ambos personajes: el abanico compuesto por rosas rojas que ella entrega a su amante sería ejemplo de ello. Los bailes, tanto individuales como en pareja, son otra muestra del carácter sensual presente en buena parte de la obra.

Relación de tira y afloja al final: ya no está tan claro quién domina más dentro de la pareja, si ella o él. Tras ires y venires a un lado y otro del escenario, en los que pretenden convencerse mutuamente (es decir, de seguir el camino dictado por uno u otro) finalmente el hombre sucumbe y sigue a su amada, desapareciendo del escenario juntos y de la mano en compañía de su nido de amor (la caseta de metal).

La iluminación en Entre tu i jo supuso un elemento clave para la obra.
Esta comenzó con una luz de tonalidad azul sobre los personajes que, acompañada de un rumor de agua, quería crear un ambiente marino y celestial. Con ello, se conseguía crear un entorno íntimo que obligaba a centrar la atención en los dos protagonistas con sombra azul que se hacían una. Progresivamente, se fueron encendiendo luces de tonalidad amarilla, que permitían ver todo el escenario por el que estos se movían. Era una luz tenue pero clara, que centraba la atención en los personajes. Para anunciar el final de la primera parte, se apagaron las luces dejando el escenario a oscuras y viendo tan solo las siluetas de los personajes. La segunda parte comenzó también con un ambiente marino, pero esta vez las luces azules provenían de los lados. Iluminaban aún más el escenario y parecía que los personajes estaban insertos en un ambiente marino que complementaba de nuevo ese rumor de mar. Finalmente, se volvieron a encender esas luces de tono amarillo para ver todo el escenario y no perderse ni un detalle. Para denotar el final de la obra, de nuevo se impuso la oscuridad.

El protagonista masculino empieza la obra con un chaleco negro, con el pecho casi al descubierto y unos pantalones largos como si de un traje se tratara. La protagonista femenina cuando encarna a la flor lleva un mallot de color verde con bordados rojos, simbolizando una flor. El verde vendría a ser el cuerpo, el tronco de la rosa, mientras que esos bordados rojos representan los pétalos. No podemos olvidarnos que en los muslos del mallot encontramos unos flecos dorados, los cuales podrían representar las raíces de esa flor.

Además, así como la flor se va desarrollando, va cambiando de vestuario, es decir, cuando está conquistando al jardinero se engalana con un vestido rojo de tul reversible de color negro con un gran lazo en el costado. También acaba de vestirla un abanico, pero no un abanico normal, sino que cuando se va abriendo van apareciendo rosas. Va descalza, algo que simboliza lo natural.

Cuando ella representa el papel de mujer va vestida muy formalmente; sin embargo, eso cambia cuando se quita la ropa, que para que sea más fácil todo el conjunto va ligado con distintos nudos, así su vestuario es más rápido de quitar. Cuando se desprende de su atavío queda con un sujetador color crema y unas bragas, lo cual simboliza no el amor, sino la pasión y el erotismo que va a desembocar en sexo. Un sombrero es otro complemento de la mujer, el cual no va a permitir que se le vea la cara, dando así importancia a la función de esa mujer y no a quién es.

Nos encontramos en el Teatre de Manacor, en la Sala de Dalt. Es una sala donde el escenario se encuentra situado más abajo que el público, ya que este se dispone de manera gradual en forma escalonada.

La sala cuenta con un escenario no muy grande, pero que se puede adaptar a distintas necesidades. Al igual que la Sala Petita del Teatre Principal cuenta con todos los avances técnicos en materia escénica y, por ello, resulta adecuada para cualquier tipo de espectáculo, ya sea danza, teatro, orquesta, recitales de poesía o conferencias.

En esta sala nos encontramos con muchos focos arriba de lo que es el escenario, distribuidos de manera desigual, y que tienen la capacidad de ser desplazados dependiendo de las necesidades de cada espectáculo. Y junto al escenario, nos encontramos a su vez con tres focos a cada lado, lo cual permitía que se proyectaran las sombras en los costados del escenario.

Los bailarines modificaban el atrezzo del escenario según la escena representada, pero jugaban con él a medida que avanzaba la historia, es decir, no era un cambio brusco de escenario en que se apagaban las luces y cuando se volvían a abrir encontrabas algo distinto a lo anterior, sino que mientras iban interpretando la historia el atrezzo mudaba con ellos. Lo movían de manera alternativa por todo el escenario, parecía que cada elemento no tenía un lugar concreto. Así, en el escenario se empleaba todo, de modo que la acción no solo se focalizaba en un punto concreto. Por ejemplo, la casa de las flores (o invernadero) se situaba en la parte izquierda y al fondo del escenario, pero también lo hacían rodar de izquierda a derecha y viceversa. Tanto es así que a veces lo dejaban en la parte derecha delante del todo.

El público se disponía en sillas plegables negras en diferentes escalones de la sala. Entre los espectadores había variedad de edades, desde gente muy joven hasta personas de edad avanzada. La representación consiguió dejar al público boquiabierto, tanto por la historia como por la actuación del elenco.



Bibliografía:

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